Seguramente te estarás preguntando, ¿qué tienen que ver la malaria y un gin-tonic? El nexo de unión está en la tónica, más concretamente en la quinina, uno de sus principales componentes.
La quinina o chinchona, es un alcaloide natural, blanco y cristalino, con propiedades antipiréticas, antipalúdicas y analgésicas.
En gastronomía, la quinina se usa como potenciador del sabor, confiriéndole su característico sabor amargo. La tónica, por su contenido en quinina, tiene ciertas propiedades: induce la secreción refleja de las glándulas salivares y gástricas, a la que sigue una vascularización de la mucosa gástrica y cierto grado de actividad de la pared muscular del estómago; de esta forma se refuerza el apetito y la digestión resulta más “rápida y completa», atribuyendo sus propiedades digestivas.
Sin embargo, altas dosis de quinina pueden producir efectos secundarios. En términos toxicológicos el consumo de quinina debe ser evitado por mujeres embarazadas, personas con cuadro de fallo hepático y especialmente por niños. Además el consumo de quinina en dosis excesivas, puede causar un cuadro de intoxicación reversible denominado “cinchonismo”.
En el siguiente video, puedes conocer más al detalle las propiedades de la quinina:
Veamos ahora en relación a la legislación que regula su uso alimentario, que desgraciadamente, no es internacionalmente homogénea. Así, en China no se permite añadir quinina a los alimentos (National Standard of the People’s of China 1996). En Estados Unidos, su nivel en bebidas carbonatadas debe ser menor a 83 ppm. ¿Y en Europa?, aquí la Comisión Europea ha establecido reglas que gobiernan el etiquetado de quinina en bebidas y alimentos. Por lo que, es necesario indicar claramente al consumidor su presencia en la lista de ingredientes, pero sin la necesidad de un mensaje de advertencia de los posibles riesgos derivados de su consumo ni su concentración (Comisión Europea 2002). Esta directiva se traspone al ordena-miento jurídico español con el Real Decreto 906/2003, de 11 de julio, relativo al etiquetado de los productos alimenticios que contienen quinina o cafeína. Sin embargo, la comisión reconoce que la ingesta de quinina puede ser contraindicada para ciertos grupos de consumidores por motivos médicos o por hipersensibilidades a la sustancia.
Pero vamos a retomar pregunta inicial para comprobar la relación entre la malaria y el gin-tonic, para ello vamos a necesitar ver un poco de historia:
La quinina es un alcaloide que se encuentra en la corteza del árbol de la quina (Cinchona pubescens). La quinina se ha utilizado para tratar la malaria, siendo el mejor agente para combatir la enfermedad hasta la década de 1920. El tratamiento de la malaria por quinina marcó el primer uso exitoso de un compuesto químico para el tratamiento de una enfermedad infecciosa.
El descubrimiento de la quinina es considerado el descubrimiento médico más casual del siglo XVII. La quinina, como un componente de la corteza del quino, se utilizaba para tratar la malaria a partir de ese siglo, y se refería a ella como la «corteza de los jesuitas», «corteza del cardenal» o «corteza sagrada». Estos nombres se derivan de su uso en 1630 por misioneros jesuitas en América del Sur, aunque existen referencias a una leyenda que sugiere su uso anterior por parte de la población nativa.
Según esta leyenda, un indio enfermó y aquejado de fiebre alta se encontraba perdido en la selva andina. Sediento, bebió de un charco de agua estancada y descubrió que sabía amargo, al darse cuenta que el agua había sido contaminada por los árboles de los alrededores, pensó que se había envenenado. Sorprendentemente, su fiebre pronto bajó, por lo que compartió este descubrimiento accidental con otros aldeanos, que a partir de entonces utilizaron extractos de la corteza del quino para tratar la fiebre. La leyenda del descubrimiento de la quinina aceptada en Europa difiere algo de la anterior, la cual consiste que en 1638 la condesa de Chinchón, mientras estaba en Perú, contrajo una fiebre que fue curada por la corteza de un árbol. De regreso a España con la corteza, se introdujo a Europa y, en 1742, el botánico Carl Linneo llamaría al árbol «quino» en su honor. La leyenda es este punto se vuelve aún menos fiable, ya que existen otras fuentes que indican que la condesa jamás tuvo la malaria y murió en Colombia antes de llegar a España.
Leyendas aparte, es un hecho que la malaria es una enfermedad letal en todo el mundo. Debido a que es tan generalizada, el valor potencial de la quinina inspiró la investigación de su síntesis. En 1820, Pierre-Joseph Pelletier y Joseph-Bienaimé Caventou aislaron quinina de la corteza del árbol de la quina. En 1908, Paul Rabe y Karl Kindler teorizaron la estructura química correcta de la quinina. Esta estructura no se confirmó, sin embargo, hasta 1944 cuando Robert Burns Woodward (Premio Nobel en química en 1965) y William von Eggers Doering fueron los primeros en alcanzar la síntesis total de la quinina con éxito. Este fue un increíble logro de la química orgánica sintética, pero de poco valor comercial ya que el coste del proceso era demasiado alto para ser práctico.
La quinina fue la base del tratamiento de la malaria hasta la década de 1920, cuando se dispusiera de antimaláricos sintéticos más eficaces, como la quinacrina, cloroquina y primaquina. El más importante de estos fármacos fue la cloroquina, que se utilizó ampliamente, sobre todo a partir de la década de los 40. Pero debido a su ustilización prolongada, la resistencia a la cloroquina se desarrolló lentamente, sobretodo en zonas del sudeste de Asia y América del Sur por la década de los 50, y su uso fue generalizado en casi todas las áreas con malaria por la década de los 80. Con el aumento de la resistencia a la cloroquina, la quinina volvió a jugar un papel fundamental: hoy en día existen zonas del mundo donde los parásitos de la malaria han desarrollado una resistencia a las medicinas sintéticas, Vietnam es una de esas áreas y, para esos casos, la quinina sigue siendo eficaz en el tratamiento de la malaria.
A pesar de que su uso continuado es desafiado por su mala tolerabilidad, el pobre cumplimiento de los complejos regímenes de dosificación y la disponibilidad de medicamentos antimaláricos más eficaces, la quinina sigue siendo el medicamento contra la malaria más importante que existe casi 400 años después de que su eficacia fuera documentada por primera vez.
Después de haber repasado la evolución de la quinina a través de los años, seguro que os preguntáis, ¿y cómo llegó la quinina al gin-tonic?, en este caso, para conocer el origen del gin-tonic debemos situarnos en la India del siglo XIX. En aquella época los colonos británicos tomaban quinina para evitar contagiarse de la malaria. Preparaban una mezcla con la quinina extraída de los árboles, agua y aromatizantes. Más tarde, sustituyeron el agua por soda, para hacerla más digerible, y se creó de este modo la Indian Water Tonic. Finalmente, y después de comprobar que el sabor de la mezcla era extremadamente malo, le añadieron el alcohol que habían traído de su tierra: la ginebra, naciendo así el gin-tonic.
En poco tiempo la mezcla pasó de ser una medicina preventiva a una bebida refrescante y social. Actualmente es una de las bebidas más conocidas y consumidas del mundo y la podemos encontrar en cualquier bar al que vayamos.
Como has podido comprobar hay mucha historia y mucha química detrás de un simple gin-tonic o de una tónica, piénsalo cada vez que disfrutes de tu bebida.
Fuentes
www.discoveriesinmedicine.com/Ni-Ra/Quinine.html
www.ecured.cu/index.php/Quino_%28%C3%A1rbol%29
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